miércoles, 5 de agosto de 2015

Reseña #7: La piel fría, Albert Sánchez Piñol


Hoy toca la reseña de otro libro escrito en castellano, La piel fría, de Albert Sánchez Piñol. Quizás os suene el nombre del autor porque recientemente ha estado dando guerra, y nunca mejor dicho, con su novela Victus, y la secuela de esta, Vae Victus

El libro del que os voy a hablar tiene algún añito más, aunque no por ello menor importancia. Fue publicado en el 2002, primero en catalán y posteriormente en castellano, y en el 2003 obtuvo el premio Ojo Crítico. No sé a vosotros, pero a mí estos premios no me dicen gran cosa, aunque supongo que sirven para medir la calidad del libro de un modo más fiable que nuestras calaveritas.

Sinopsis

Punto número uno, la sinopsis.

Huyendo en parte de su pasado como activista del IRA, el protagonista llega a una diminuta isla perdida en el océano donde la única edificación es una cabaña del meteorólogo y un faro. Su primera sorpresa consiste en comprobar que el único habitante de la isla no sale a recibirle, pero pronto esto se convierte en un detalle sin importancia cuando descubre que el faro es periódicamente atacado por seres procedentes del mar cuyos objetivos nadie conoce. No tarda en unir esfuerzos con el defensor del faro, Batis Caffó, pero con el paso de los días, y sometido a la extrema tensión de los ataques nocturnos, empieza a replantearse su actitud hacia los supuestos monstruos marinos.

Lo cierto es que el resumen del libro es muy acertado, así que voy a intentar no repetirme demasiado en la reseña. Todo lo que leéis ahí, es verdad, sin exageraciones ni mentiras piadosas, como a veces suele ocurrir.

A la derecha está la portada del libro de no sé qué edición y a la izquierda una ilustración de Bastian Kupfer que me ha gustado mucho.


Reseña

Empezamos la novela subidos en un barco, de camino a una isla perdida en mitad del Atlántico. El protagonista viene aquí con la excusa de ejercer como oficial atmosférico, aunque lo que realmente pretende es rehuir el contacto con la civilización. Nos deja el autor aquí unas frases muy bonitas que ilustran los desencantados pensamientos del personaje principal, antiguo entusiasta a favor de la independencia irlandesa y actual detractor, más o menos, de la raza humana.

Antes los hombres escondían armas, ahora las armas escondían hombres.

La primera incógnita del libro aparece al poco de desembarcar. La tripulación debe dejar en la isla al nuevo meteorólogo, aka nuestro protagonista sin nombre (al que a partir de ahora me referiré como Sin Nombre, por abreviar), y recoger al antiguo, pero este no aparece por ningún lado. Tras zarandear al ebrio farero sin obtener respuestas, la tripulación se va por donde ha venido, dejando en la pequeña isla a nuestro amigo y al huraño técnico en señales marítimas (al farero, vamos), Battís Caffó.

La acción empieza bien pronto; la primera noche ya es movidita. Resulta que cuando se pone el sol unos monstruos acuáticos (citauca, descubriremos más adelante que se llaman) con muy mala baba salen del agua dispuestos a liarse a palos con el primero que encuentren. Imaginaos la carita de susto del protagonista cuando estas bestias le fastidian el retiro espiritual. Se las apaña como puede sin la ayuda de su vecino, que le contempla sin mover un dedo desde el faro fortaleza. En las páginas siguientes, la relación entre nuestro amigo y Caffó se vuelven cuanto menos tensas. Quiero destacar aquí una frase que me ha hecho mucha gracia y que ilustra bastante bien el estado en el que se encuentra la psique del farero.

BATÍS CAFFÓ VIVE AQUÍ. BATÍS CAFFÓ HIZO ESTA FUENTE. BATÍS CAFFÓ ESCRIBIÓ ESTO. BATÍS CAFFÓ SABE DEFENDERSE. BATÍS CAFFÓ DOMINA LOS OCÉANOS. BATÍS CAFFÓ TIENE AQUELLO QUE QUIERE Y SÓLO QUIERE AQUELLO QUE TIENE. BATÍS CAFFÓ ES BATÍS CAFFÓ Y BATÍS CAFFÓ ES BATÍS CAFFÓ.
Lo lamenté. Adiós esperanzas de concordia

Más adelante, por avatares de la vida, por las armas y por la munición, sobre todo por la munición, Sin Nombre y Batís Caffó acaban uniendo sus esfuerzos en la lucha contra los carasapo. Los dos vecinos terminan juntos en el faro, compartiendo techo con la mascota de Batís, una bicheja azul, Aneris, que hace las funciones de chacha y amante del farero. Al protagonista le produce sentimientos encontrados, la intenta matar y agredir varias veces hasta que descubre que lo que en realidad quiere es triscársela, que ya se sabe que en tiempos de guerra cualquier agujero es trinchera. Ella es como un muñequito calvo y azul que se comporta de forma muy impersonal, no parece tenerle cariño ni a Caffó, ni a Sin Nombre ni siquiera a su propia gente, a la que contempla morir cada noche escalando las paredes del faro. Es el personaje más misterioso, con diferencia, de toda la novela, es prácticamente imposible saber lo que piensa o el porqué de sus acciones.

Así se pasan los días, cargándose citauca por las noches, y dándole amor a la mascota por el día. El ritmo de la novela está muy bien logrado, es ágil y no falta la acción y la sangre, aunque sea azul en este caso. Los asaltos al faro se viven con tensión, muchas veces es como estar asomada al balcón con un Remington en la mano; el escritor nos hace involucrarnos y sufrir con los personajes.

Viéndola se comprendían las flaquezas de instinto de Batís. Esta vez mi curiosidad no era tan científica. De algún modo ella lo percibió, porque ni huía ni me temía. Recorrí su espalda con una mano. Húmeda, la piel resbalaba como si la cubriera una capa de aceite. La mascota no se movió.

Pero no todo son mariscadas, a medida que avanzamos en la lectura vamos viendo cambios en los personajes, en especial en nuestro hombre. En ocasiones parece a punto de abrazar la locura, pero también se plantea cuestiones trascendentales, ¿tendrá realmente la gente del agua sentimientos? El clímax de sus preocupaciones lo alcanza cuando aparecen los niños, enviados a tierra por los citauca grandes a modo de tregua. Es en estos capítulos donde Sin Nombre empieza a sentirse cercano a la gente del agua y a Aneris, y cree que comienza a comprenderles. Pero cuando los adultos vuelven la paz se desvanece y no hay lugar para las negociaciones, ni siquiera con Caffó, que a ojos del protagonista se ha convertido en el carasapo más gordo y temible de todos.

El final me ha gustado, es uno de esos que te dejan con cara de pensar y del que puedes extraer una moraleja, sino varias. A mí personalmente, lo que más me llama la atención es el papel implícito que el autor le atribuye a la gente del agua y a los habitantes de la isla, como conquistados y conquistadores; toda una lección de historia atemporal. Este desenlace también está muy bien encajado en la historia, ¿recordáis la incógnita de la que os hablaba al principio? Ahora todo os va a encajar, más o menos.

El libro es relativamente corto, está bien redactado y engancha. Los momentos de acción se siguen bien y no se hacen para nada esperar. El lenguaje es fluido y directo, con alguna metáfora y toques de humor. En general, me parece un libro que tiene de todo un poco crítica, acción, sangre y si lo quieres ver así, amor. No te hace falta ser una persona muy profunda para disfrutar esta novela, si no te quieres poner trascendental, relájate y disfruta de la trama. 

Así un poco a regañadientes le voy a dar las 5 calaveritas. No es un libro que haya marcado mi vida, pero es una buena lectura que he disfrutado mucho. Me gustaría volver a leerlo y seguro que en un futuro me animaré con algo más de este autor.


No hay comentarios :

Publicar un comentario