Hola,
sardinillas en lata. Hoy me toca a mí traeros una reseña un poco a
regañadientes, porque todos sabemos que los domingos son los días sagrados del holgazaneo y me da un poco de palo eso de arder en el infierno, que queréis que
os diga. Todo sea por cumplir lo que prometimos a medias hace dos entradas y
seguir navegando en nuestro barquito.
El
libro del que quiero hablaros es El
psicoanalista de John Kkkattzzzchh, Kkaatzsbas, Kha’zix, Katniss Everdeen,
perdón Katzenbach. Este señor
estadounidense con nombre tan poco americano es periodista y compagina su trabajo con la escritura. El bueno de John es conocido por sus
thriller psicológicos y aunque puede que la novela que aquí os voy a reseñar
sea la más famosa también tiene otras, porque sino vaya porquería de autor de bestseller, ¿no? Voy a mencionar algunas que fueron adaptados al cine y cuyo guión fue redactado también por el propio Johnny; os hablo de La guerra de Hart, protagonizada por
Bruce Willis, o Juicio Final, que
cuenta con Sean Connery en su reparto. Como dato diré que no he visto ninguna de estas películas.
Yo
no he sido nunca mucho de thriller ni de novelas policíacas, pero como
últimamente estoy algo dispersa, necesito estímulos fuertes para recuperar mis
hábitos de lectura. Este tipo de libros se caracterizan por su ambiente de suspense y tensión, ayudando a que el lector quiera mantener los
ojos pegados en el papel hasta la última página… o al menos en teoría. Vamos a ver si El psiconalista ha conseguido este propósito.
Sinopsis
"Feliz cumpleaños, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte."
Así comienza el anónimo que recibe Frederick Starks, psicoanalista con una larga experiencia y una vida tranquila. Starks tendrá que emplear toda su astucia y rapidez para, en quince días, averiguar quién es el autor de esa amenazadora misiva que promete hacerle la existencia imposible. De no conseguir su objetivo, deberá elegir entre suicidarse o ser testigo de cómo, uno tras otro, sus familiares y conocidos mueren por obra de un asesino, un psicópata decidido a llevar hasta el fin su sed de venganza.
Esta
sinopsis es un buen resumen del argumento de todo el libro, porque a pesar de sus 574
páginas la novela es bastante lineal en cuanto a historia se refiere. Hay pocos
acontecimientos secundarios y desvíos de la trama principal. Básicamente lo único que se nos
relata a lo largo de las páginas de El psicoanalista son las idas y venidas y los
esfuerzos de Frederick Starks por conocer la identidad del autor de la extraña carta.
Como dato curioso, la Wikipedia nos cuenta que la madre de Katzenbach era psicoanalista, pero no he encontrado en ninguna fuente referencias a si ella influyó o ayudó en algún aspecto de la novela.
Reseña
El
libro comienza en la consulta del doctor Frederick Starks, viudo y as del
psicoanálisis, el día de su quincuagésimo tercer cumpleaños. Su padre no pasó
de los 53 y a Ricki, que así es como le llaman sus amiguetes, le entran
palpitaciones: piensa que él tampoco lo hará. Unas páginas más adelante vemos
lo acertado de su visión y es inevitable pensar que quizás habría triunfado más
en eso de la adivinación que en la psicología. Bueno, total, que esta fecha tan
señalada va pasando como una más en el calendario del doctor: mucho pensar en Freud
y mucho oír hablar de madres. Pero mientras atendía al último paciente del día,
al pobre, desesperado e incapacitado Robert Zimmerman, suena el timbre. No se
trata de ningún maravilloso regalo de cumpleaños, es una invitación a un juego un pelín
macabro, con poema incluido.
Como te pille, te suicido. |
Rumpelstiltskin es el antagonista de
esta historia y quien firma la carta que llega a la consulta del doctor Starks. El señor R (ingeniosa la abreviatura utilizada por Katzenbach cuando le da perezilla escribir su nombre entero), que es muy directo, acusa
a Frederick de haberle arruinado la vida y para desquitarse un poco, le propone
una oferta que evidentemente no puede rechazar: le da 15 días para descubrir su
identidad, si lo consigue, pues hasta luego muy buenas, pero sino Ricki
tendrá que suicidarse. A ver, que no todo es tan negro como parece, si al doctor le da
cosa eso de pegarse un tiro o tirarse a las vías del tren, R se ofrece
amablemente a destruir a algún miembro de su familia.
El malo de la novela tampoco quiere ponérselo imposible al doctor, porque es psicópata pero legal, así que le envía algunas pistas,
en forma de rimas la mar de majas. También le proporciona a Ricki un par de apoyos: una guía al infierno
de medidas perfectas y muy rubia, Virgil y a
Merlin, un abogado elegante con zapatos tan bien encerados que brillan en la oscuridad.
Frederick
Starks no tiene un rascacielos, ni le brilla el pecho, ni tampoco tiene un
lobo ni va gritando POR INVERNALIA por ahí. No es un superhombre, es un señor normal, incluso un poco lelo como vamos a creer en la primera parte de la novela, cuya disciplina y afán por mantener el orden se
convertirán en su talón de Aquiles. A pesar de lo surrealista de la historia, no puedes dejar de sentir pena por el protagonista cuando su vida comienza a desmoronarse; sin sudar mucho R deja al doctor sin casa, sin dinero y sin reputación. Arruinado y con la cabeza hecha un lío Starks acude a Lewis, su antiguo mentor y a quien él creía amigo, en busca de ayuda, pero todo se complica al darse cuenta que no puede confiar en nadie, ¿escapa algo o alguien al control de Rumpelstiltskin?
La trama se divide en tres partes con sus títulos y todo: "Una carta amenazadora", "El hombre que nunca existió" y "Hasta los malos poetas aman la muerte". No se diferencian solamente
por el nombre, sino que en ellas también se aprecia una clara evolución del
personaje principal, lo que en mi opinión es uno de los puntos más fuertes del libro. En la primera de las partes, la que he resumido hasta ahora, conocemos a un Frederick Starks asustado, acorralado y un poco corto de miras. En la segunda esto cambia, el doctor nos muestra su versión 2.0, más astuta, más rabiada y más decidida. La tercera parte es el desenlace y para mí ha sido un poco decepcionante (¿en serio, Ricki? ¿en serio?). La
historia no es para nada impredecible, ya que hay unos cinco personajes y no es
difícil llegar a atar cabos sobre la relación que les une. También son un poco decepcionantes los motivos del señor R, un tanto absurdos para el elaborado plan de venganza que se ha montado. Por otro lado, empatizas con el protagonista, pero la trama es tan rocambolesca que aunque da para un capítulo de Sherlock no parece muy extrapolable al mundo real.
El
libro no está mal, se deja leer de un tirón, y tiene partes interesantes, aunque para mí gusto se ha quedado corto con el
factor sorpresa. También se echa de menos algo más de variedad en el elenco de personajes y darle una buena dosis de espabilina al doctor en la primera parte y también un poco más de fundamento a los motivos de venganza de R, que cuando se descubren hacen aguas.
Antes
de acabar, quería mencionar dos curiosidades acerca de los nombres de la
historia. Virgil, es una referencia a Virgilio, que acompaña a Dante de la Divina Comedia en su paseo por el infierno. Por otro lado, Rumplestilskin es un duendecillo que aparece en uno de los cuentos de los
hermanos Grimm. Así a groso modo, os diré
que esta criatura le pide a una muchacha su primogénito a cambio de ayudarla a
convertir la paja en oro.
Espero que no se os haya trabado la lengua con tanta r y que hayáis disfrutado, solo un poquito, de esta reseña. Si os gusta Freud, los psicópatas y los duendecillos, no dejéis de leer El psicoanalista, sino mejor os reserváis para otro thriller un poco más emocionante.
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